domingo, 1 de noviembre de 2009

La brisa entre los Recuerdos...

Ven Instructor…
A mí…
Al paraje rodeado de metal acuñado en el que mis dedos danzan al son de mis ideas y éstas acaban por convertirse en imágenes aladas que remontan el cielo…
Ven…
Y habrás de hacerlo como los mortales, sobre tus pies o a lomo de animal…
Guarda tus vuelos para cuando pueda acompañarte…


El instructor salió de la aldea al camino real…
- Si no os molesta viajar al lado de mi mercadería, podéis acompañarme…
- ¿qué hay del espacio vacío en el pescante?..
- No hay tal, mi voluntad y yo siempre nos sentamos juntos…

Recostose sobre muelles haces de heno que le fueron llevando amablemente a desandar los pasos de su memoria hasta que llegó a los animosos e inocentes días en que, como todo niño, su única meta era ser feliz…

Por debajo de su sombrero raído y por encima de su vejez el anciano comenzó a silbar las melodías que el Instructor sólo había oído en los ancestrales labios de su abuelo… Pequeñas y agudas notitas pulularon a su alrededor… Tejían tules finísimos que ondeaban con la brisa de sus suspiros y le descubrían los recuerdos heredados que había dejado empolvar en la covacha de su memoria…

Humildes festines que él disfrutaba como los reyes sus más regios banquetes… Un jamelgo con la frente manchada que él montaba con más orgullo de aquél que combatió a la grupa del mítico Bucéfalo… Un jardincillo modesto cubierto de hiedra y protegido por una inmensa Jacaranda en el que él se perdía como si fuese el majestuoso bosque mágico, morada de las Tres Hermanas… Un silo pequeño, casi insignificante, que él tomaba como la más profunda y húmeda cueva que cualquier dragón pudiese habitar… Una diminuta puerta hecha para la Matriarca detrás de la que se podría esperar hallar gente con botones por ojos… Un cuenco lleno de leche, que expelía con orgullo un gracioso vaporcillo, cínico delator de la que crueldad con que el frío recibía al encargado de la ordeña… Un viaje sobre una montaña de cañas de maíz, tirada por el mulo que, años antes, estuvo a cuatro dedos de arrancarle la vida con una cos…

- Llegamos, hijo… Recoge todos tus recuerdos y cuida de no dejar uno solo entre mis semillas, pues las pudrirían…

El instructor se apeó de la carreta y caminó hasta la cerca de metal acuñado para esperar a que la Aprendiz terminase de dar imágenes al mundo…

Poco ha que no se veían, pero se abrazaron como si el infinito hubiese estado entre ellos y apenas se retirara…

Ella lo tomó de la mano y lo llevó a la cima de una pequeña colina cercana en la que se levantaba una vieja jacaranda… Se tiraron sobre la cama de motivos violáceos que el árbol confeccionó para los dos…

***

Miraron al firmamento… y el Cielo no dejó de contarles miles de historias vaporosas, musicalizadas con viento, en una gran pantalla a Blanco y Azul …

***

El silbido de carretero aún sonaba en los oídos del instructor y se mezclaba armoniosamente con el resuello de la Aprendiz dormida sobre su pecho…
- Te contaré una historia, querida...
y empezó a narrar con voz melancólica la vida y andanzas de un pequeño labriego destinado a vivir con los pies siempre sobre puestos sobre la tierra que cultivaba, hasta que un buen día, con la ayuda de la fortuna y el acopio de su bravura, mató al ave del mal agüero que le saludaba todas las mañanas posada sobre un viejo roble muerto, robó sus alas y aprendió a volar.... alto, entre aquellas aves que piaron sobre su cabeza cuando él hundía las manos en la tierra...

Cuando terminó, el único sonido audible era el del viento entre las ramas...

Suspiraron al unísono... Sonrieron...

- Eras tú, ¿verdad, maestro?- él sonrió...

De regreso en la vereda, esperando transporte, fijó su vista en el cielo y sus pensamientos en la Aprendiz... Las mismas notas que lo acompañaran horas antes, volvieron a oirse entre cascos de caballo acompasados...

- Nos volvemos a encontrar, querido nieto...

jueves, 6 de agosto de 2009

Borrasca...

Los cielos han sido obscuros estos días...
El Instructor no puede abrir sus alas
((duelen cual si fuesen profundas heridas))...
Medroso se acuesta sobre un lecho de palmas...

Sus alas hacen caso omiso de cualquier petición
pues les pesa sentir lejos a la Aprendiz querida...
mas valiera, para ellas, un encierro eterno en la ermita,
antes que volar porque lo exige Cabeza y no Corazón...

viernes, 19 de junio de 2009

The Carnival is Over...

(((Outside... the Storm clouds are gathering...)))
The Carnival is Over...

Cada segundo del día estuvo cubierto de gruesos nimbos... Obscuros nubarrones, presagios infalibles de una tormenta que caería en cualquier momento, sin anunciarse, a la espera del instante preciso en que una tibia confianza envolviera sus precauciones y los dejase indefensos, completamente a su merced...

Ese instante no llegó mientras volaron... sin embargo el Cielo nunca dejó de rociarlos con un persistente recordatorio de su ineludibilidad: una fina llovizna tan refrescante como cegadora...

Fue por la noche... Después de que, Maestro y Aprendiz, hubiesen replegado sus alas e improvisado un lecho muelle entre la hojarasca del Bosque Silencioso; cuando Hypnos los arrullaba con viejas canciones que narraban las correrías de osados navegantes surcadores de cielos insondables, cercanos al sol y las estrellas, cielos repletos de criaturas inverosímiles y nubes ambarinas... Fue por la noche cuando el Cielo rompió el cerco que aprisionaba los Miedos y les dejó caer a tierra, hambrientos y desesperados, sobre la Aprendiz y su Maestro... Éstos se aprovecharon de la desnudez de la Aprendiz y se apresuraron a morder ferozmente sus recuerdos y sus certezas... Despedazaron su sueño sin clemencia y la arrastraron por las lágrimas hasta la fría ribera de la vigilia...

Con estertores dolorosos y en un sollozo tremulante llamó a su Maestro quien, en medio de una impotencia frustrante por falta de recursos, sólo pudo ofrecerle un caldo tibio hecho a base de besos tiernos y un ramillete de caricias... En vano corrió por senderos sinuosos con el firme propósito de dar caza a los agresores pues no tenía la menor idea de su aspecto, aroma o consistencia. Cuando volvió al lado de su Aprendiz para preguntar las señas de los perseguidos se encontró con que ella había levantado una infranqueable muralla de silencio que no pudo traspasar... Recargó su conciencia y sus mejores deseos contra el obstáculo y se sentó a esperar el instante en que éste se derrumbe... quizá mañana... quizá nunca...

- Ahora volveré a dormir- dijo una voz tersa, aún transida de llanto, al otro lado del muro...
- ...
- Sí, Maestro, estoy segura- respondió la Aprendiz a la pregunta que adivinó en el silencio de su protector...
- ...
- ** ***...
- y yo a ti, Querida Aprendiz...

(((I remember when you held my hand...)))

jueves, 11 de junio de 2009

Bosques...

Se encontraron en el aire, dentro de los brumosos y elegantes cielos de la Aprendiz... El Instructor debía llegar con la noche, mas una interpretación errónea de las brisas boscosas y una fina y deliciosa lluvia lo desorientó...

Volaron contra el viento hasta la isla de las Fuentes Reales, allende el Lago de Luz, las Arboledas y la Pequeña Casa Roja... Cuando se acercaban al Templo del Encierro, vieron una sombra imponenete moverse por sobre la alfombra verde recién podada que se extiende a la puerta, frente a las escaleras. La escasa luz de las lámparas de aceite dibujaba con hilos dorados la silueta del Monje Custodio, que les saludó con la mano apenas los divisó sontra las estrellas...

- Honorable Monje...- saludó el Instructor, mientras hacía una ligera reverencia y replegaba las alas sobre la espalda...
- Instructor...- correspondió el Monje Custodio con una suave inclinación de cabeza-. Está muy lejos de casa. ¿acaso no es demasiado largo el camino de regreso?..
Su hija lo vale, Señor... Habría querido atreverse a contestar, pero se limitó a sonreir y asentir...

Un respiro... sentados sobre las escalinatas del Templo...
Un Beso...
Un Adiós...


El Instructor extendió sus alas y, con un fuerte aleteo, se elevó hacia la obscuridad...

Soupe à l'Oignon...

La cita para la lección de vuelo fue establecida al día siguiente a las 10 de la mañana...La confección de las alas a utilizar aquél día era especial pues ni Instructor ni Aprendiz habían hecho uno similar anteriormente... Habían de ser hechas con cuidado pues el vuelo duraría todo el día y no habría posibilidad de bajar a tierra para hacer composturas ni mejoras, todo sería en el aire, entre cielos desconocidos, mutables, quizá hubiese algún dragón esperando tras las montañas, acechando con su olfato agudizado por siglos de ceguera.. No sabían, todo podía ocurrir...
Había incertidumbre fugaz en uno y un miedo vaporoso en la otra...

Un poco de dolor y malestar general fueron los primeros combustibles a quemar para poder elevarse. Fue difícil al principio, pero la férrea voluntad de ambos se impuso. Más tarde, luego de sobrevolar la montaña en que una mensajera, montada a caballo y cubierta por una luminosa túnica blanca, les entregara el pergamino en que el rey Hipócrates escribiera oraciones por l salud de la Aprendiz; las afables corrientes cálidas los llevaron hacia un huerto inmenso. Apetitosos bosques de duraznos, manzanos, perales, naranjos, limoneros y ciruelos, entremezclados hasta parecer un firmamento terrestre de estrellas multicolores. Volando siempre, se abastecieron de lo que requerirían más tarde para saciar su apetito.

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Love me... Love me...
Sure you do...
Let me fly
away with you...
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Recostados sobre nubes de color naranja, el Instructor durmió arrullado por el palpitar del corazón que tan amablemente le ofreciera su Aprendiz... Siglos o segundo, poco importa... Durmió y en su sueño creció, supo, previó, la divisó en tierra desde el aire, bajó, la besó, la amó...

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Sopa de Cebolla...
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Apenas abrió los ojos en medio de la obscuridad de una noche sin estrellas, la luz que irradiaba la sonrisa de la Aprendiz iluminó sus pensamientos...- ¿Nos vamos, Maestro?..- Vamos...
El descenso fue tranquilo, indoloro, lleno de la satisfacción que produce una proeza lograda... Al cabo de una lenta espiral, perfectamente sincronizada y en la que sus alas se rozaban tímidamente en cada tangente, tocaron tierra... Ingrávidos...
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- Hasta pronto...
- Hasta siempre...
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jueves, 4 de junio de 2009

Volando con Tartamudez Consonante (y su Aspirina)...

El vuelo del día fue muy accidentado... un poco demasiado, como dicen por ahí...

Cientos de susurrantes centellitas celestes se dejaron sentir sobre la suave y sosa serenidad de sus pensamientos, mientras miraba megalitos monumentales, medianamente medrados por mano de una manada de méndigos majaderos; montado malamente justo a la mitad del mástil movedizo de su modesta embarcación voladora... y pensaba; pensaba y se apesadumbraba por la inoportuna posibilidad de perder Tiempo Precioso que, por supuesto, pondría a Sus pies, primero que nadie; para poder penetrar en los perturbadores pasadizos permeados por el paso poderoso del río y permanecer ahí, imperturbables, por el resto de la noche (con sus poquitos de café y sus pedacitos de dulce)...

No debía dejarse dominar, se lo dijo...
Debes decidir dejar de dormir en tus laureles y, durante unos dos segundos, dilucidar para tus adentros y dimensionar detenidamente la dirección que ha llevarte al temido terreno en que tus temores tendrán que tomar sus cientos de atados y, todos juntos, tenderte la mano y decirte adiós...

Éso hizo... seguro de que ella, Aspirina bendita, sabría lo que era mejor para él...

y, seguidamente, se sintió sobradamente saludable (si de su sesera se hablase, por supuesto)...


Kikos para vos...

el Miedo no Detiene...

En medio de un delicioso vuelo vespertino decidió internarse en un grupos de nimbos que se le antojaban grises, merced a la bruma de duda vertida sobre su conciencia, pero que sabía negras y cargadas de relámpagos quemantes...
Lentamente fue entrando en ellas, el vuelo resultó ser más sencillo de lo que pensó, no había turbulencia...
Redujo la velocidad un par de nudos... De pronto, un haz de luz venido de la nada le clarificó la mente...
... por Miedos no nos detendremos... escuchó decir a la fina lluvia que humedecía y refrescaba su rostro a bordo del biplano rojo... Ese suave susurro disipó la niebla frente a él...
Voló, satisfecho de sí y agradecido con las amables corrientes de aire que le llevaban plácidamente por esos cielos, durante un par de horas más, hasta que la noche se hizo profunda, insondable; hasta que sólo su buen instinto, y no los instrumentos, le guiaría a casa...

Ahora sabe que el resto del vuelo será agradable, apacible... Feliz (y compartido)...